dilluns, 26 d’octubre del 2009

Sumos Pontífices




Una vez, uno de los mejores periodistas deportivos de este país, sobre todo en el ámbito del baloncesto, me aconsejó, medio en broma o medio en serio, que no ‘pontificara’. Lo hizo tras oír mi locución de un partido de la ACB en la que los árbitros habían sido determinantes con un par de decisiones erróneas en los instantes finales. Para mí –y lo decía abiertamente apoyándome en unas imágenes indiscutibles-, los colegiados habían influído claramente en el signo del partido, muy ajustado en todo momento.

Hoy, años después de aquel consejo-reprimenda, sigo pensando que no hice mal en señalar a los árbitros como responsables. No pedí su ejecución pública ni que les hicieran tragar los silbatos. Simplemente dije que se equivocaron y, afortunadamente, tenía unas imágenes que apoyaban mi discurso. Pero, a pesar de todo, el término ‘pontificar’ caló hondo en mí. Y es que los periodistas, sobre todo los deportivos, tenemos tendencia a eso, a pontificar, a creernos en posesión de la verdad absoluta, a tener siempre la solución a todos los problemas, a saber más que nadie, como si fuéramos los mayores expertos del mundo en cualquier materia. A veces nos creemos Dioses, y la mayoría no hemos sido ni monaguillos de las religiones deportivas sobre las que opinamos como auténticos profetas. Exigimos autocrítica a los demás, pero muchas veces ni nosotros mismos sabemos lo que es eso.

Opinamos sobre táctica futbolística sin haber entrenado ni a un equipo de alevines y, cuando nos lo echan en cara, todavía tenemos la desfachatez de responderle al entrenador de turno que, con el tiempo que llevamos viendo fútbol, sabemos tanto o más que él. Apliquen esa teoría a las películas de dos rombos y piensen si tendrían narices de decirle a Nacho Vidal que, con las horas de visionado que tienen en su historial, le darían sopas con hondas en lo suyo...

También opinamos sobre si tal o cual es el cáncer del vestuario, y la mayoría no hemos entrado nunca en él ni sabemos lo que sucede ahí dentro. O sobre si tal fichaje rendirá o será un fiasco, y todo lo que sabemos lo hemos visto en un par de resúmenes con sus mejores jugadas. Un día elevamos a los altares a un equipo, y al día siguiente, tras una derrota, lo hundimos en la miseria. Convertimos a clubes y deportistas en ángeles o demonios indistintamente y en cuestión de horas, y ni siquiera nos escandalizamos por ello.

Un ejemplo claro es el Barça. Empata en Valencia, pierde contra el Rubin Kazan y saltan las alarmas. ¿Se habrá acabado un ciclo? Cuatro días después, ganan 6-1 al Zaragoza y, sin que se nos caiga la cara de vergüenza, decimos que el Barça de la excelencia futbolística nunca se había ido. ¿En qué quedamos? Pues, seguramente, en que siempre queremos tener razón, pero olvidamos que nuestros lectores, oyentes o televidentes tienen memoria. Como dijo el técnico del Athletic Club, Joaquín Caparrós, “en el fútbol se pasa de puta a monja en cuestión de horas”. Sin embargo, con un poquito de coherencia, sentido común y autocrítica, todo sería mucho más sencillo y, sobre todo, creíble. ¿No creen?


dijous, 15 d’octubre del 2009

Messi i l’Argentina





Ahir vaig invertir part de la matinada en seguir en directe “La Batalla del Río de la Plata”. Va ser un encert total batejar així el duel de classificació pel Mundial 2010 entre l’Uruguai i l’Argentina, perquè de futbol gairebé no n’hi va haver, però entrades dures, bofetades i joc brut, tot el que vulgueu i més.

El d’ahir va ser el primer partit sencer que he vist de l’Argentina de Maradona. Als quinze minuts vaig arribar a la conclusió que, si no canvia molt la cosa, serà l’últim. Quin avorriment! A què juguen, els argentins? En qui s’inspiren? En el Wimbledon del ‘patadón y tentetieso’? Durant més de 80 minuts, la ‘albiceleste’ no va ser capaç de fer ni tres passades seguides. Rifaven la pilota constantment i se la treien de sobre amb una puntada indiscriminada quan tenien un rival a menys de dos metres. En definitiva, l’Argentina no juga a res, però sembla que els únics culpables d’aquesta situació són Diego Armando Maradona, que tàcticament és un amater, i Leo Messi, a qui reclamen que sigui el jugador decisiu que és al Barça.

A l’Argentina es sorprenen perquè Messi passa desaparecebut amb la seva selecció. I a mi em sorprèn que, veient com juga l’albiceleste, els sorprengui que no entri en joc. Si Xavi Hernández fós de Corrientes i Andrés Iniesta de Tucumán, “another chicken would sing”, que diria aquell. Però com pretenen que Messi sigui decisiu, si li arriben tres pilotes per partit i són autèntics melons llançats gairebé a traïció des de la defensa? L’esfèrica mai li arriba al peu (ni a dos metres del peu, tampoc), i entre que corre a buscar-la i encara porteria, ja té dos defensors a sobre.

Ahir, a Montevideo, el blaugrana havia de baixar més enllà de la línia de mitjos per poder rascar alguna pilota. Només hagués pogut entrar en el partit repetint una jugada com aquella contra el Getafe, marxant de tota la selecció uruguaiana. Però, segurament, ara no tindria cames. En fi, que les crítiques a Messi em semblen del tot injustes. Espero que Grondona accepti, finalment, l’entrada d’Òscar Ruggeri en l’staff tècnic de l’Argentina, perquè Maradona pot ser un bon motivador, però tàcticament és un zero. Si no intervé algú que posi ordre en aquesta anarquia estratègica de l’albiceleste, al Mundial tindran tant perill com la selecció d’Hondures, la de Federico Trillo. Viva Honduras!